La mía es una pasión un poco extraña; sin
embargo no soy la única que la reconozca como tal, o que la vea posible y la
entienda. A mí me gustan los libros nuevos. ¡Sí! Esos que están envueltos en
papel de plástico transparente, esos que quieres y no quieres abrir porque luego el encanto de quitarle ese papel
liso, fino y con esa sensación de fresco que te suscita al tacto en las manos, se pierde. Es
la misma sensación que tengo al desenvolver un regalo; sólo que el papel de regalo es más rugoso, y
chillón por los miles de colores del papel. Pero el verdadero encanto de un
libro nuevo está en el olor de sus páginas, y en algunos casos, también de la
fachada. Es un olor que se suele definir “a libro nuevo” es penetrante y intenso, me provoca una
sensación de paz, y me recuerda al otoño. Sin embargo no todos los libros tienen el
mismo olor. Hay algunos que los devolvería, por lo muy desagradable que es su
olor: estos libros tienen un olor a rancio
que provoca nausea, por lo intenso que está. Al tacto los libros me gustan si
son rugosos y espesos. Para mí es indiferente si son blandos o rígidos, aunque
reconozco que en los de la facultad se estudia mejor si son blandos. No me
gusta que sean punzantes a los lados. Esta pasión la tengo desde cuando iba al
colegio. Me encantaba comprarlos y estudiarlos ...no tanto, porque perdían todo
ese encanto.